Un acto tan sencillo como respirar, constituía un gran esfuerzo para Fernando Parrado y los demás jóvenes que le acompañaron en el calvario de los Andes en 1972. Aunadas a las condiciones extremas del panorama, se encontraban los sentimientos desgarradores de ver morir a amigos, familiares. La sombra fría de la muerte los rodeó por todos aquellos días sin tregua después del trágico accidente que sufrieron aquel viernes 13 de octubre de 1972
Les puede parecer extraño, sin embargo, esta historia tiene una gran
huella en mi vida personal. Uno diría, qué tiene que ver, pero sí y mucho. Cabe mencionar que es la primera vez en mi vida que se lo cuento a alguien y si lo hago es a modo de celebración de un suceso que quedará olvidado para siempre.
Todo se remonta a cuando yo tenía 15 años recién
cumplidos, y estaban pasando en la televisión, la versión Hollywood de la
"Tragedia de los Andes" basándose en el libro de Piers Paul Read. ¿La
recuerdan?... se llama “Alive!”
con el flamante Ethan Hawke haciendo el papel del inolvidable Nando.
La película es demasiado “agringada”, ya saben, a los gringos les
encanta quitar el lado humano a los héroes para convertirlos en “súper héroes”.
Pero en esencia, sí revela, el drama y el voluntarioso carácter de Nando.
En aquellos días de 1995 yo me encargué de reclutar un equipo de fútbol,
con chicas de la escuela, eran aquellos mis primeros días de preparatoriana.
Aquel equipo fue una experiencia efímera en mi vida. Recuerdo que yo era la más
entusiasta y me dieron hasta la capitanía porque mi espíritu estaba al máximo,
yo tenía el corazón, el entusiasmo y unas ganas gigantes de practicar mi
deporte predilecto. Pero había un detalle, carecíamos de entrenamiento, en
pocas palabras, éramos pésimas.
Para no hacer la historia más larga, jugamos un sábado por la mañana y nos
dieron una goleada bárbara que nos descalificó del torneo. La situación fue bastante
vergonzosa, sobre todo para mí que era el alma del equipo. Todas estábamos
tristes, y las demás chicas como que me reclamaban el hecho de no haber dado
más, por ser su líder, vaciaron toda la culpa de la derrota en mí. Y así,
derrotada me sentí aquel fin de semana.
Al día siguiente pasaron la película, mi desánimo por el partido de
fútbol era bárbaro, y con mi costumbre de contarle a la gente mis sentimientos,
expresé mi pesadumbre por la goleada tan vergonzosa que nos pusieron.
Vi la película acompañada de una persona a quien le confié mi pesar
sobre lo acontecido con el equipo de fútbol.
Empezamos a ver el drama de los Andes, y ya saben, la trama espantosa
por la que pasan los personajes del suceso (conocida por todos y que me
abstendré de contar). La película muestra cómo aquellos que cayeron en la
desesperanza comenzaron a morir, y sólo las figuras de Nando (Parrado) y
Roberto (Canessa) empezaron a emerger entre los que se vencían y los que
luchaban.
Yo, a mis 15 años estaba profundamente conmovida por la derrota del día
pasado, y la historia de los Andes me deprimió aún más, pero, lo que realmente
destruyó una parte de mí (una parte que hasta el día de hoy acabo de reparar en
su totalidad) fue que la persona con la que estaba viendo la película me dijo las
siguientes palabras:
“Si tú hubieras estado ahí,
dijo señalando el televisor, como eres
una persona sin voluntad, seguro te hubieras muerto. Jamás en tu vida serás
capaz de hacer algo como lo que hizo Nando.
Eres una persona sin capacidades, mira, tu equipo de fútbol falló porque
tú, que eres la líder, lo llevaste al fracaso. Precisamente porque eres una
persona sin voluntad. Tu personalidad es de una persona perdedora y así serás
siempre”.
La película transcurría en la escena en la que Nando escalaba el que
bautizara como “Monte Seler”, y algo se rompió dentro de mí. Ví a Nando como un
personaje inalcanzable, y yo, como una joven de 15 años con espíritu endeble,
sensibilidad extrema, y personalidad depresiva, me tragué una a una aquellas
palabras que me dijo esa persona. No poseía esa capacidad de auto defensa para
expulsar tan horribles frases de mi sistema, era extremadamente vulnerable e
influenciable, y por muchos años creí esas frases al pie de la letra.
Después de aquella ocasión, desde luego no volví a jugar fútbol el resto
de mi vida, y me rehusé a saber más de la “Tragedia de los Andes”, y cada vez
que repetían la película, o había algún artículo o entrevista sobre el tema,
prefería evitarlo, sobre todo por el recuerdo de aquellas palabras tan
hirientes. Confieso que sentía cierta aversión hacia Nando, porque cada vez que
recordaba sus hazañas, instantáneamente asociaba que yo era todo lo contrario y
comenzaban la negatividad a inundarme.
Pasaron los años, muchos años, muchas vivencias, me hice adulta.
Ahora a mis 32 años, después de leer el libro escrito por el mismo Nando
Parrado “Milagro en los Andes”, y la estrujante y doliente narración que
hiciera Piers Paul Read en su novela ¡Viven! Me enfrenté a aquel fantasma que
me persiguió por 17 años.
Conocer la historia de Fernando Parrado desde un punto de vista más
íntimo, y saber que las circunstancias extremas convierten a un ser ordinario
en extraordinario, me llevó a darme cuenta que yo puedo y quiero ser como él.
Se acabó esa creencia de que soy lo contrario a Nando, ahora me siento
inspirada por lo que él hizo, por lo que logró y dio por sus amigos.
Su férrea fuerza de voluntad, dudo tenerla, pero no lo veo como un
pensamiento auto martirizante, sino con humildad, y sin embargo, su ejemplo,
ese sí lo quiero seguir. El de la valentía, la fuerza, la fe y la convicción de
que hay una salida en medio de la desesperanza. Cada vez que me vea en
circunstancias que parezcan no tener remedio, pensaré en buscar alternativas,
como Nando lo hizo, no me quedaré cruzada de brazos, sino que buscaré mi
camino.
Haciendo un profundo auto análisis, y sin ánimo de presunción, me he
dado cuenta que muchas veces en mi vida he salido adelante aplicando la
voluntad y valentía parecidos a los que Nando tuvo (obviamente en
circunstancias minúsculas junto a la magnitud de su hazaña). Y que la mayoría
de las veces he sido fuerte y he salido adelante, también he tenido fracasos, pero
he tenido victorias únicas y valiosas.
Aun así, aquellas viejas palabras aún resonaban dentro de mí, pero el
mismo Fernando Parrado con su historia me ha ayudado a erradicar para siempre a
aquel fantasma de la juventud. Y la aversión que sentía hacia él ahora se
convirtió en devota admiración, porque es gracias a él que me acuerdo que
aquellas nefastas palabras que me envenenaron por tantos años son una gran
mentira.
Ohh Gaby!!!!
ResponderEliminarSabes? He leido que el ser humano es probado de muchas maneras. Estamos para VIVIR. En tu vida, te has enfrentado a situaciones limite que salvando las distancias con la historia de los Andes, tambien requieren de una gra. Fuerza carácter y valentía. Pero tu eres una persona que lo ha sabido superar pero como sabes que puedes dar mas, tu misma firmaste en tu vida que hubiera mas experiencias de este tipo hasta que te dieras cuenta de que si eres una triunfadora y con mucho valor. Te das cuenta Gaby, las cosas no pasan porque si, en un corto periodo de tiempo te has enfrentado al hecho de ser "madre" y defender lo tuyo con uñas y dientes y luego viene el reencuentro con una historia que dejaste abierta hace la mitad de tu vida.. Eso quiere decir, que ya te has dado cuenta de tus potenciales y sabes que eso que dijo esta persona es falso. Vendrán tiempos mejores para ti, lo se. Muchos besos
Oh si, y tú sabes bien por todo lo que pasé en aquellos años... Dios nos de vida para seguir adelante :)
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